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La Batalla de Tucumán

24 de septiembre de 1812


El ejército del Norte se retira lentamente,

hostigada su retaguardia por dos columnas

españolas envalentonadas por la facilidad

de la maniobra. Belgrano se afirma ya en

la idea de hacer frente al enemigo en

Tucumán. Pero las órdenes que recibe del

gobierno son terminantes: destruir todo

lo que pueda ser útil al enemigo y

continuar retirándose hacia Córdoba. El 3

de setiembre un combate de retaguardia

sobre el río Las Piedras, demuestra el

temple de los soldados que intervienen en

él e infunde esperanzas a todos.
En las proximidades de la ciudad de

Tucumán recibe Belgrano a una comisión

que le ofrece los hombres y las armas

disponibles para hacer frente a los

realistas y, lo que es más, la decisión

de vender caras sus vidas. Belgrano

se decide; desobedecerá al gobierno para luchar al lado de este pueblo heroico. Pone a la ciudad en estado de defensa y forma sus tropas al norte de la misma, de espaldas a ella. Los españoles, confiados en su mayor experiencia, suponen el triunfo fácil. Flanquean por la izquierda la línea patriota para cortarles la retirada del sur, visiblemente, sin enmascarar sus movimientos, tan seguros están de la victoria. Belgrano cambia su frente hacia el oeste y el choque se produce. Es el 24 de setiembre de 1812: son las 8 de la mañana. Pronto la batalla se hace confusa, de difícil conducción. Los ejércitos se dividen, se fragmentan en grupos que pelean interpolados, medio ocultos por el humo furente de los pajonales incendiados, mientras sobre el campo de las Carreras se abate una espesa manga de langostas que aumenta la confusión.
Recién al anochecer -ha sido toda una larga jornada de heroísmos individuales - Belgrano logra reunir a sus huestes vencedoras. Los realistas dejan en el campo de batalla 450 muertos y 700 prisioneros, 7 cañones, banderas y estandartes y, sobre todo, jirones de su petulancia de la víspera.
Belgrano no ha logrado, empero, la decisión total. Tristán tiene tiempo de reunir los restos de su ejército y, sin ser molestado, se dirige hacia Salta.
La victoria tuvo gran repercusión en todo el país. Tucumán, "cuna de la libertad y sepulcro de la tiranía", la celebra jubilosa. El 27 de octubre se realizó una misa en acción de gracias. Por la tarde, cuando la procesión portaba en las andas a Nuestra Señora de las Mercedes, en medio de la conmoción universal, Belgrano puso el bastón que llevaba entre los cordones del atuendo de la imagen.

FUENTE: http://informaciondelmes.blogspot.com.ar/2009/10/batalla-de-tucuman.html

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